"Insiliados, las otras maneras de narrar las dictaduras" Reseña de "Todos nuestros insilios" de Gabriela Saidon en Diario AR

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LECTURAS

Insiliados, las otras maneras de narrar las dictaduras

Dame una i, te doy la i

Cuando cursaba el secundario, afirmábamos nuestra identidad escolar con un juego. Nos dividíamos en dos grupos, el primer grupo decía a los gritos y al unísono: ¡Dame una ele! El segundo gritaba: ¡Te doy la ele! El primero pedía:

¡Dame una i! El segundo daba: ¡Te doy la i! Y así, hasta formar el nombre del colegio: Liceo 9. En ese momento, el primer grupo gritaba: ¡No escucho! El segundo: ¡Liceo 9!¡Más fuerte!, ¡¡Liceo 9!!, ¡Tres veces!, ¡¡¡Liceo 9Liceo 9, Liceo 9!!! Y entonces todas cantábamos la canción: Liceo, Liceo 9, colegio sensacional, Liceo, Liceo 9, el orgullo nacional.

El nombre completo era Liceo Nacional de Señoritas N° 9 Santiago Derqui. Éramos todas nenas en ese colegio que dependía del gobierno nacional, como toda la educación pública argentina, hasta que el área se descentralizó en la década del noventa, durante eso que llamamos menemismo. De mujeres, como los colegios de monjas, pero laico, del barrio de Belgrano, ciudad de Buenos Aires. Por la cantidad de alumnas judías que asistíamos a ese colegio, había una denominación subterránea que era Schule 9. No lo leíamos como peyorativo: nosotras, las chicas judías, nos reíamos de eso.

Cursé el secundario entre 1974 y 1978, tuve compañeras militantes y docentes a las que había que resguardar, no hacer preguntas. Siempre tuve miedo, aunque participé de la “revolución de los pantalones largos”. Así la llamamos. Debajo de nuestros guardapolvos blancos, debíamos usar vestido o pollera. Desde ese día, cuando todas nos organizamos para ir con la prenda prohibida, nos dejaron usar pantalones. Fue antes de marzo del ‘76. Hoy me pregunto cuántas de esas compañeras militantes están. Sé de algunas. En cambio, Franca Jarach, militante de la Unión de Estudiantes Secundarios en 1973 y expulsada del Colegio Nacional de Buenos Aires, estaba completando su secundario en el Liceo 9 cuando fue secuestrada el 25 de junio de 1976. Fue una de las cinco mil personas detenidas desaparecidas que pasaron por la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), de las cuales sobrevivieron doscientas, y fue asesinada en un vuelo de la muerte.

El 24 de noviembre de 2011, la Cooperadora del colegio colocó una baldosa en el marco del “Proyecto baldosas por la memoria” con los nombres de las desaparecidas del Liceo 9, donde, además de Franca, figuran Graciela Barroca (16/7/1977), Malena Gallardo (8/7/76), Alejandra Renou (7/5/77), Adriana Spaccavento (4/11/77), Elena Ungar (21/10/77), a quienes hay que agregar a Adriana Gatti (8/4/1977), de nacionalidad uruguaya. Sobre ella, Mario Benedetti escribió en el diario El País una columna, “La exiliada”. Sus restos fueron localizados en San Isidro en 1983.2 Figuraban como NN. También exiliada uruguaya, otra alumna del Liceo, Isabel Mester Allen, fue detenida y liberada, vivió en el exilio en Venezuela y luego en Estados Unidos. Cabría preguntarse si son casos enmarcados en la Operación o Plan Cóndor. 

En los casos de Franca y de Malena, el cambio de colegio desde un secundario hiperpolitizado como el Nacional de Buenos Aires, con fuerte presencia de la UES que respondía a Montoneros, a un Liceo de Señoritas en un barrio cheto como Belgrano, aparentemente más “tranquilo”, ya inaugura una forma posible de pensar el insilio. El caso de Isabel Mester Allen, también abre la ventana de lo que Cristian Rama (2020) ve como compartimentos no estancos, donde desaparecido, familiar, exiliado, insiliado, pueden ser categorías móviles y coexistir en la historia personal y en el entramado social, en el tiempo y en el espacio. A mi primo, Adrián Saidón, lo mataron el 24 de marzo del ‘76. Hoy, su cuerpo está desaparecido. Era trabajador gráfico y militaba en el ERP. Nos veíamos poco y nada, pero cuando lo mataron, mi tío vivió un tiempo recluido en mi casa, antes de partir al exilio. ¿Insiliado? ¿O es necesario que las raíces desnudas encuentren una nueva tierra donde reinsertarse? ¿Y por cuánto tiempo? Como en la palabra huésped, que tiene los dos alcances semánticos, la de quien hospeda y la de quien recibe el hospedaje, me pregunto si las personas que albergaron a familiares perseguidos serían también insiliadas, si cualquier familiar que se quedó lo es. Otro primo, Osvaldo Saidón, psicoanalista, que estuvo exiliado en Brasil con su familia, en un homenaje que le hicieron en pandemia en una plataforma virtual, habló de “los que nos fuimos al exilio y  los que se quedaron en el insilio” refiriéndose a los colegas que, en los setenta, trabajaban y militaban a favor de la desmanicomialización. Osvaldo murió a los setenta y cinco años en 2023.

 

Entonces, deshojo la margarita. Hoy, en este libro, estoy formando la palabra insilio. Por eso, te doy la i, la n, la s, la i, la l, la i, la o. Y grito, más fuerte, y tres veces: ¡¡¡Insilio, insilio, insilio!!! ¿Será el grito, la repetición, la manera de instalar una palabra que falta en nuestro lexicón? ¿Toda escritura sobre aquella época es política? ¿La temporalidad determina el texto?

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